Predicación de Juan el Bautista
(Mt. 3. 1-12;
Lc. 3. 1-9, 15-17; Jn. 1. 19-28)
1:1 Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
1:2 Como está escrito en Isaías el profeta:
He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz,
El cual preparará tu camino delante de ti.
1:3 Voz del que clama en el desierto:
Preparad el camino del Señor;
Enderezad sus sendas.
1:4 Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de
arrepentimiento para perdón de pecados.
1:5 Y salían a él toda la provincia de Judea, y todos los de Jerusalén; y
eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.
1:6 Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero
alrededor de sus lomos;
y comía langostas y miel silvestre.
1:7 Y predicaba, diciendo: Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a
quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado.
1:8 Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os bautizará con
Espíritu Santo.
El bautismo de Jesús
(Mt. 3. 13-17
;
Lc. 3. 21-22)
1:9 Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret
de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.
1:10 Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu
como paloma que descendía sobre él.
1:11 Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti
tengo complacencia.



Tentación de Jesús
(Mt. 4. 1-11;
Lc. 4. 1-13)
1:12 Y luego el Espíritu le impulsó al desierto.
1:13 Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás,
y estaba con las fieras; y los ángeles le servían.
Jesús principia su ministerio
(Mt. 4. 12-17;
Lc. 4. 14-15)
1:14 Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el
evangelio del reino de Dios,
1:15 diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de
Dios
se ha acercado; arrepentíos,
y creed en el evangelio.
Jesús llama a cuatro pescadores
(Mt. 4. 18-22;
Lc. 5. 1-11)
1:16 Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que
echaban la red en el mar; porque eran pescadores.
1:17 Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que
seáis pescadores de hombres.
1:18 Y dejando luego sus redes, le siguieron.
1:19 Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a
Juan su hermano, también ellos en la barca, que remendaban las redes.
1:20 Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los
jornaleros, le siguieron.
Un hombre que tenía un espíritu inmundo
(Lc. 4. 31-37)
1:21 Y entraron en Capernaum; y los días de reposo, entrando en la sinagoga,
enseñaba.
1:22 Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene
autoridad, y no como los escribas.
1:23 Pero había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, que
dio voces,
1:24 diciendo: ¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido
para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios.
1:25 Pero Jesús le reprendió, diciendo: ¡Cállate, y
sal de él!
1:26 Y el espíritu inmundo, sacudiéndole con violencia, y clamando a gran
voz, salió de él.
1:27 Y todos se asombraron, de tal manera que discutían entre sí, diciendo:
¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta, que con autoridad manda aun a los
espíritus inmundos, y le obedecen?
1:28 Y muy pronto se difundió su fama por toda la provincia alrededor de
Galilea.
Jesús sana a la suegra de Pedro
(Mt. 8. 14-15;
Lc. 4. 38-39)
1:29 Al salir de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y
Juan.
1:30 Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y en seguida le
hablaron de ella.
1:31 Entonces él se acercó, y la tomó de la mano y la levantó; e
inmediatamente le dejó la fiebre, y ella les servía.
Muchos sanados al ponerse el sol
(Mt. 8. 16-17;
Lc. 4. 40-41)
1:32 Cuando llegó la noche, luego que el sol se puso, le trajeron todos los
que tenían enfermedades, y a los endemoniados;
1:33 y toda la ciudad se agolpó a la puerta.
1:34 Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó
fuera muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque le conocían.
Jesús recorre Galilea predicando
(Lc. 4. 42-44)
1:35 Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un
lugar desierto, y allí oraba.
1:36 Y le buscó Simón, y los que con él estaban;
1:37 y hallándole, le dijeron: Todos te buscan.
1:38 El les dijo: Vamos a los lugares vecinos, para
que predique también allí; porque para esto he venido.
1:39 Y predicaba en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba fuera
los demonios.
Jesús sana a un leproso
(Mt. 8. 1-4;
Lc. 5. 12-16)
1:40 Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si
quieres, puedes limpiarme.
1:41 Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le
dijo: Quiero, sé limpio.
1:42 Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y
quedó limpio.
1:43 Entonces le encargó rigurosamente, y le despidió luego,
1:44 y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino ve,
muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó,
para testimonio a ellos.
1:45 Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de
manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se
quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes.
Capítulo 2
Jesús sana a un paralítico
(Mt. 9. 1-8;
Lc. 5. 17-26)
2:1 Entró Jesús otra vez en Capernaum después de algunos días; y se oyó que
estaba en casa.
2:2 E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a
la puerta; y les predicaba la palabra.
2:3 Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por
cuatro.
2:4 Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el
techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el
paralítico.
2:5 Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico:
Hijo, tus pecados te son perdonados.
2:6 Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en
sus corazones:
2:7 ¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados,
sino sólo Dios?
2:8 Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta manera
dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en
vuestros corazones?
2:9 ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus
pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda?
2:10 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene
potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico):
2:11 A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a
tu casa.
2:12 Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de
todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca
hemos visto tal cosa.
Llamamiento de Leví
(Mt. 9. 9-13;
Lc. 5. 27-32)
2:13 Después volvió a salir al mar; y toda la gente venía a él, y les
enseñaba.
2:14 Y al pasar, vio a Leví hijo de Alfeo, sentado al banco de los tributos
públicos, y le dijo: Sígueme. Y levantándose, le
siguió.
2:15 Aconteció que estando Jesús a la mesa en casa de él, muchos publicanos
y pecadores estaban también a la mesa juntamente con Jesús y sus discípulos;
porque había muchos que le habían seguido.
2:16 Y los escribas y los fariseos, viéndole comer con los publicanos y con
los pecadores, dijeron a los discípulos: ¿Qué es esto, que él come y bebe con
los publicanos y pecadores?
2:17 Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen
necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a
pecadores.
La pregunta sobre el ayuno
(Mt. 9. 14-17;
Lc. 5. 33-39)
2:18 Y los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban; y vinieron, y
le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus
discípulos no ayunan?
2:19 Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de
bodas ayunar mientras está con ellos el esposo? Entre tanto que tienen consigo
al esposo, no pueden ayunar.
2:20 Pero vendrán días cuando el esposo les será
quitado, y entonces en aquellos días ayunarán.
2:21 Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido
viejo; de otra manera, el mismo remiendo nuevo tira de lo viejo, y se hace peor
la rotura.
2:22 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra
manera, el vino nuevo rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se
pierden; pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar.
Los discípulos recogen espigas en el día de reposo
(Mt. 12. 1-8;
Lc. 6. 1-5)
2:23 Aconteció que al pasar él por los sembrados un día de reposo, sus
discípulos, andando, comenzaron a arrancar espigas.
2:24 Entonces los fariseos le dijeron: Mira, ¿por qué hacen en el día de
reposo lo que no es lícito?
2:25 Pero él les dijo: ¿Nunca leísteis lo que hizo
David cuando tuvo necesidad, y sintió hambre, él y los que con él estaban;
2:26 cómo entró en la casa de Dios, siendo Abiatar
sumo sacerdote, y comió los panes de la proposición, de los cuales no es lícito
comer sino a los sacerdotes,
y aun dio a los que con él estaban?
2:27 También les dijo: El día de reposo fue hecho por
causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo.
2:28 Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del
día de reposo.
Capítulo 3
El hombre de la mano seca
(Mt. 12. 9-14;
Lc. 6. 6-11)
3:1 Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca
una mano.
3:2 Y le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría, a fin de
poder acusarle.
3:3 Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca:
Levántate y ponte en medio.
3:4 Y les dijo: ¿Es lícito en los días de reposo hacer
bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla?
Pero ellos callaban.
3:5 Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de
sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y
él la extendió, y la mano le fue restaurada sana.
3:6 Y salidos los fariseos, tomaron consejo con los herodianos contra él
para destruirle.
La multitud a la orilla del mar
3:7 Mas Jesús se retiró al mar con sus discípulos, y le siguió gran multitud
de Galilea. Y de Judea,
3:8 de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, y de los alrededores
de Tiro y de Sidón, oyendo cuán grandes cosas hacía, grandes multitudes vinieron
a él.
3:9 Y dijo a sus discípulos que le tuviesen siempre lista la barca, a causa
del gentío, para que no le oprimiesen.
3:10 Porque había sanado a muchos; de manera que por tocarle, cuantos tenían
plagas caían sobre él.
3:11 Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de él, y daban
voces, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios.
3:12 Mas él les reprendía mucho para que no le descubriesen.
Elección de los doce apóstoles
(Mt. 10. 1-4;
Lc. 6. 12-16)
3:13 Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a
él.
3:14 Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a
predicar,
3:15 y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera
demonios:
3:16 a Simón, a quien puso por sobrenombre Pedro;
3:17 a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan hermano de Jacobo, a quienes
apellidó Boanerges, esto es, Hijos del trueno;
3:18 a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Tadeo,
Simón el cananista,
3:19 y Judas Iscariote, el que le entregó. Y vinieron a casa.
La blasfemia contra el Espíritu Santo
(Mt. 12. 22-32;
Lc. 11. 14-23)
3:20 Y se agolpó de nuevo la gente, de modo que ellos ni aun podían comer
pan.
3:21 Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque decían:
Está fuera de sí.
3:22 Pero los escribas que habían venido de Jerusalén decían que tenía a
Beelzebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios.
3:23 Y habiéndolos llamado, les decía en parábolas:
¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás?
3:24 Si un reino está dividido contra sí mismo, tal
reino no puede permanecer.
3:25 Y si una casa está dividida contra sí misma, tal
casa no puede permanecer.
3:26 Y si Satanás se levanta contra sí mismo, y se
divide, no puede permanecer, sino que ha llegado su fin.
3:27 Ninguno puede entrar en la casa de un hombre
fuerte y saquear sus bienes, si antes no le ata, y entonces podrá saquear su
casa.
3:28 De cierto os digo que todos los pecados serán
perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias cualesquiera que sean;
3:29 pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu
Santo, no tiene jamás perdón,
sino que es reo de juicio eterno.
3:30 Porque ellos habían dicho: Tiene espíritu inmundo.
La madre y los hermanos de Jesús
(Mt. 12. 46-50;
Lc. 8. 19-21)
3:31 Vienen después sus hermanos y su madre, y quedándose afuera, enviaron a
llamarle.
3:32 Y la gente que estaba sentada alrededor de él le dijo: Tu madre y tus
hermanos están afuera, y te buscan.
3:33 El les respondió diciendo: ¿Quién es mi madre y
mis hermanos?
3:34 Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo:
He aquí mi madre y mis hermanos.
3:35 Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios,
ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.
Capítulo 4
Parábola del sembrador
(Mt. 13. 1-23;
Lc. 8. 4-15)
4:1 Otra vez comenzó Jesús a enseñar junto al mar, y se reunió alrededor de él
mucha gente, tanto que entrando en una barca, se sentó en ella en el mar;
y toda la gente estaba en tierra junto al mar.
4:2 Y les enseñaba por parábolas muchas cosas, y les decía en su doctrina:
4:3 Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar;
4:4 y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto
al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron.
4:5 Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía
mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra.
4:6 Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía
raíz, se secó.
4:7 Otra parte cayó entre espinos; y los espinos
crecieron y la ahogaron, y no dio fruto.
4:8 Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto,
pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.
4:9 Entonces les dijo: El que tiene oídos para oír,
oiga.
4:10 Cuando estuvo solo, los que estaban cerca de él con los doce le
preguntaron sobre la parábola.
4:11 Y les dijo: A vosotros os es dado saber el
misterio del reino de Dios; mas a los que están fuera, por parábolas todas las
cosas;
4:12 para que viendo, vean y no perciban; y oyendo,
oigan y no entiendan; para que no se conviertan, y les sean perdonados los
pecados.
4:13 Y les dijo: ¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo,
pues, entenderéis todas las parábolas?
4:14 El sembrador es el que siembra la palabra.
4:15 Y éstos son los de junto al camino: en quienes se
siembra la palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita
la palabra que se sembró en sus corazones.
4:16 Estos son asimismo los que fueron sembrados en
pedregales: los que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo;
4:17 pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta
duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la
palabra, luego tropiezan.
4:18 Estos son los que fueron sembrados entre espinos:
los que oyen la palabra,
4:19 pero los afanes de este siglo, y el engaño de las
riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace
infructuosa.
4:20 Y éstos son los que fueron sembrados en buena
tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta,
y a ciento por uno.
Nada oculto que no haya de ser manifestado
(Lc. 8. 16-18)
4:21 También les dijo: ¿Acaso se trae la luz para
ponerla debajo del almud,
o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero?
4:22 Porque no hay nada oculto que no haya de ser
manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz.
4:23 Si alguno tiene oídos para oír, oiga.
4:24 Les dijo también: Mirad lo que oís; porque con la
medida con que medís, os será medido,
y aun se os añadirá a vosotros los que oís.
4:25 Porque al que tiene, se le dará; y al que no
tiene, aun lo que tiene se le quitará.

Parábola del crecimiento de la semilla
4:26 Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando
un hombre echa semilla en la tierra;
4:27 y duerme y se levanta, de noche y de día, y la
semilla brota y crece sin que él sepa cómo.
4:28 Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero
hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga;
4:29 y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete
la hoz, porque la siega ha llegado.
Parábola de la semilla de mostaza
(Mt. 13. 31-32;
Lc. 13. 18-19)
4:30 Decía también: ¿A qué haremos semejante el reino
de Dios, o con qué parábola lo compararemos?
4:31 Es como el grano de mostaza, que cuando se
siembra en tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra;
4:32 pero después de sembrado, crece, y se hace la
mayor de todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves
del cielo pueden morar bajo su sombra.
El uso que Jesús hace de las parábolas
(Mt. 13. 34-35)
4:33 Con muchas parábolas como estas les hablaba la palabra, conforme a lo
que podían oír.
4:34 Y sin parábolas no les hablaba; aunque a sus discípulos en particular
les declaraba todo.
Jesús calma la tempestad
(Mt. 8. 23-27;
Lc. 8. 22-25)
4:35 Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo:
Pasemos al otro lado.
4:36 Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y
había también con él otras barcas.
4:37 Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la
barca, de tal manera que ya se anegaba.
4:38 Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y
le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?
4:39 Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar:
Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande
bonanza.
4:40 Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados?
¿Cómo no tenéis fe?
4:41 Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es
éste, que aun el viento y el mar le obedecen?
Capítulo 5
El endemoniado gadareno
(Mt. 8. 28-34;
Lc. 8. 26-39)
5:1 Vinieron al otro lado del mar, a la región de los gadarenos.
5:2 Y cuando salió él de la barca, en seguida vino a su encuentro, de los
sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo,
5:3 que tenía su morada en los sepulcros, y nadie podía atarle, ni aun con
cadenas.
5:4 Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, mas las
cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos; y nadie
le podía dominar.
5:5 Y siempre, de día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los
sepulcros, e hiriéndose con piedras.
5:6 Cuando vio, pues, a Jesús de lejos, corrió, y se arrodilló ante él.
5:7 Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios
Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.
5:8 Porque le decía: Sal de este hombre, espíritu
inmundo.
5:9 Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió
diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos.
5:10 Y le rogaba mucho que no los enviase fuera de aquella región.
5:11 Estaba allí cerca del monte un gran hato de cerdos paciendo.
5:12 Y le rogaron todos los demonios, diciendo: Envíanos a los cerdos para
que entremos en ellos.
5:13 Y luego Jesús les dio permiso. Y saliendo aquellos espíritus inmundos,
entraron en los cerdos, los cuales eran como dos mil; y el hato se precipitó en
el mar por un despeñadero, y en el mar se ahogaron.
5:14 Y los que apacentaban los cerdos huyeron, y dieron aviso en la ciudad y
en los campos. Y salieron a ver qué era aquello que había sucedido.
5:15 Vienen a Jesús, y ven al que había sido atormentado del demonio, y que
había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.
5:16 Y les contaron los que lo habían visto, cómo le había acontecido al que
había tenido el demonio, y lo de los cerdos.
5:17 Y comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos.
5:18 Al entrar él en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que
le dejase estar con él.
5:19 Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo:
Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho
contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti.
5:20 Y se fue, y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había
hecho Jesús con él; y todos se maravillaban.
La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús
(Mt. 9. 18-26;
Lc. 8. 40-56)
5:21 Pasando otra vez Jesús en una barca a la otra orilla, se reunió
alrededor de él una gran multitud; y él estaba junto al mar.
5:22 Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo; y luego
que le vio, se postró a sus pies,
5:23 y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está agonizando; ven y pon las
manos sobre ella para que sea salva, y vivirá.
5:24 Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le apretaban.
5:25 Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre,
5:26 y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y
nada había aprovechado, antes le iba peor,
5:27 cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó
su manto.
5:28 Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva.
5:29 Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que
estaba sana de aquel azote.
5:30 Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él,
volviéndose a la multitud, dijo:
¿Quién ha tocado mis vestidos?
5:31 Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te aprieta, y dices:
¿Quién me ha tocado?
5:32 Pero él miraba alrededor para ver quién había hecho esto.
5:33 Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había
sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad.
5:34 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; vé
en paz, y queda sana de tu azote.
5:35 Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga,
diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro?
5:36 Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la
sinagoga: No temas, cree solamente.
5:37 Y no permitió que le siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y Juan hermano
de Jacobo.
5:38 Y vino a casa del principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los
que lloraban y lamentaban mucho.
5:39 Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y
lloráis? La niña no está muerta, sino duerme.
5:40 Y se burlaban de él. Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a
la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la niña.
5:41 Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita
cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate.
5:42 Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se
espantaron grandemente.
5:43 Pero él les mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo que se le diese de
comer.
Capítulo 6
Jesús en Nazaret
(Mt. 13. 53-58;
Lc. 4. 16-30)
6:1 Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y le seguían sus discípulos.
6:2 Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos,
oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué
sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos?
6:3 ¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de
Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se
escandalizaban de él.
6:4 Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino
en su propia tierra,
y entre sus parientes, y en su casa.
6:5 Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos
enfermos, poniendo sobre ellos las manos.
6:6 Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de
alrededor, enseñando.
Misión de los doce discípulos
(Mt. 10. 5-15;
Lc. 9. 1-6)
6:7 Después llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio
autoridad sobre los espíritus inmundos.
6:8 Y les mandó
que no llevasen nada para el camino, sino solamente bordón; ni alforja, ni pan,
ni dinero en el cinto,
6:9 sino que calzasen sandalias, y no vistiesen dos túnicas.
6:10 Y les dijo:
Dondequiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de aquel
lugar.
6:11 Y si en algún lugar no os recibieren ni os
oyeren, salid de allí, y sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, para
testimonio a ellos.
De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para
los de Sodoma y Gomorra, que para aquella ciudad.
6:12 Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen.
6:13 Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos,
y los sanaban.
Muerte de Juan el Bautista
(Mt. 14. 1-12;
Lc. 9. 7-9)
6:14 Oyó el rey Herodes la fama de Jesús, porque su nombre se había hecho
notorio; y dijo: Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por eso actúan
en él estos poderes.
6:15 Otros decían: Es Elías. Y otros decían: Es un profeta, o alguno de los
profetas.

6:16 Al oír esto Herodes, dijo: Este es Juan, el que yo decapité, que ha
resucitado de los muertos.
6:17 Porque el mismo Herodes había enviado y prendido a Juan, y le había
encadenado en la cárcel por causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano; pues
la había tomado por mujer.
6:18 Porque Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu
hermano.
6:19 Pero Herodías le acechaba, y deseaba matarle, y no podía;
6:20 porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le
guardaba a salvo; y oyéndole, se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de
buena gana.
6:21 Pero venido un día oportuno, en que Herodes, en la fiesta de su
cumpleaños, daba una cena a sus príncipes y tribunos y a los principales de
Galilea,
6:22 entrando la hija de Herodías, danzó, y agradó a Herodes y a los que
estaban con él a la mesa; y el rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras, y
yo te lo daré.
6:23 Y le juró: Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino.
6:24 Saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella le dijo: La cabeza
de Juan el Bautista.
6:25 Entonces ella entró prontamente al rey, y pidió diciendo: Quiero que
ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista.
6:26 Y el rey se entristeció mucho; pero a causa del juramento, y de los que
estaban con él a la mesa, no quiso desecharla.
6:27 Y en seguida el rey, enviando a uno de la guardia, mandó que fuese
traída la cabeza de Juan.
6:28 El guarda fue, le decapitó en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato
y la dio a la muchacha, y la muchacha la dio a su madre.
6:29 Cuando oyeron esto sus discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y lo
pusieron en un sepulcro.
Alimentación de los cinco mil
(Mt. 14. 13-21;
Lc. 9. 10-17; Jn. 6. 1-14)
6:30 Entonces los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que
habían hecho, y lo que habían enseñado.
6:31 El les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar
desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían,
de manera que ni aun tenían tiempo para comer.
6:32 Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto.
6:33 Pero muchos los vieron ir, y le reconocieron; y muchos fueron allá a
pie desde las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se juntaron a él.
6:34 Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos,
porque eran como ovejas que no tenían pastor;


y
comenzó a enseñarles muchas cosas.
6:35 Cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él,
diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya muy avanzada.
6:36 Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y compren
pan, pues no tienen qué comer.
6:37 Respondiendo él, les dijo: Dadles vosotros de
comer. Ellos le dijeron: ¿Que vayamos y compremos pan por doscientos
denarios,
y les demos de comer?
6:38 El les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo.
Y al saberlo, dijeron: Cinco, y dos peces.
6:39 Y les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba
verde.
6:40 Y se recostaron por grupos, de ciento en ciento, y de cincuenta en
cincuenta.
6:41 Entonces tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al
cielo, bendijo, y partió los panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen
delante; y repartió los dos peces entre todos.
6:42 Y comieron todos, y se saciaron.
6:43 Y recogieron de los pedazos doce cestas llenas, y de lo que sobró de
los peces.
6:44 Y los que comieron eran cinco mil hombres.
Jesús anda sobre el mar
(Mt. 14. 22-27;
Jn. 6. 15-21)
6:45 En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a
Betsaida, en la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud.
6:46 Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar;
6:47 y al venir la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en
tierra.
6:48 Y viéndoles remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario,
cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y
quería adelantárseles.
6:49 Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y
gritaron;
6:50 porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos,
y les dijo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!
6:51 Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se
asombraron en gran manera, y se maravillaban.
6:52 Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban
endurecidos sus corazones.
Jesús sana a los enfermos en Genesaret
(Mt. 14. 34-36)
6:53 Terminada la travesía, vinieron a tierra de Genesaret, y arribaron a la
orilla.
6:54 Y saliendo ellos de la barca, en seguida la gente le conoció.
6:55 Y recorriendo toda la tierra de alrededor, comenzaron a traer de todas
partes enfermos en lechos, a donde oían que estaba.
6:56 Y dondequiera que entraba, en aldeas, ciudades o campos, ponían en las
calles a los que estaban enfermos, y le rogaban que les dejase tocar siquiera el
borde de su manto; y todos los que le tocaban quedaban sanos.
Capítulo 7
Lo que contamina al hombre
Mt. 15. 1-20)
7:1 Se juntaron a Jesús los fariseos, y algunos de los escribas, que habían
venido de Jerusalén;
7:2 los cuales, viendo a algunos de los discípulos de Jesús comer pan con
manos inmundas, esto es, no lavadas, los condenaban.
7:3 Porque los fariseos y todos los judíos, aferrándose a la tradición de
los ancianos, si muchas veces no se lavan las manos, no comen.
7:4 Y volviendo de la plaza, si no se lavan, no comen. Y otras muchas cosas
hay que tomaron para guardar, como los lavamientos de los vasos de beber, y de
los jarros, y de los utensilios de metal, y de los lechos.
7:5 Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus
discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan
con manos inmundas?
7:6 Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien
profetizó de vosotros Isaías, como está escrito:
Este pueblo de labios me honra,
Mas su corazón está lejos de mí.
7:7 Pues en vano me honran,
Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.
7:8 Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis
a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de
beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes.
7:9 Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento
de Dios para guardar vuestra tradición.
7:10 Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu
madre;
y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente.
7:11 Pero vosotros decís: Basta que diga un hombre al
padre o a la madre: Es Corbán (que quiere decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello
con que pudiera ayudarte,
7:12 y no le dejáis hacer más por su padre o por su
madre,
7:13 invalidando la palabra de Dios con vuestra
tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a estas.
7:14 Y llamando a sí a toda la multitud, les dijo:
Oídme todos, y entended:
7:15 Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le
pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre.
7:16 Si alguno tiene oídos para oír, oiga.
7:17 Cuando se alejó de la multitud y entró en casa, le preguntaron sus
discípulos sobre la parábola.
7:18 El les dijo: ¿También vosotros estáis así sin
entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le
puede contaminar,
7:19 porque no entra en su corazón, sino en el
vientre, y sale a la letrina? Esto decía, haciendo limpios todos los
alimentos.
7:20 Pero decía, que lo que del hombre sale, eso
contamina al hombre.
7:21 Porque de dentro, del corazón de los hombres,
salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios,
7:22 los hurtos, las avaricias, las maldades, el
engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez.
7:23 Todas estas maldades de dentro salen, y
contaminan al hombre.
La fe de la mujer sirofenicia
(Mt. 15. 21-28)
7:24 Levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando
en una casa, no quiso que nadie lo supiese; pero no pudo esconderse.
7:25 Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, luego que oyó de
él, vino y se postró a sus pies.
7:26 La mujer era griega, y sirofenicia de nación; y le rogaba que echase
fuera de su hija al demonio.
7:27 Pero Jesús le dijo: Deja primero que se sacien
los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los
perrillos.
7:28 Respondió ella y le dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de
la mesa, comen de las migajas de los hijos.
7:29 Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el
demonio ha salido de tu hija.
7:30 Y cuando llegó ella a su casa, halló que el demonio había salido, y a
la hija acostada en la cama.
Jesús sana a un sordomudo
7:31 Volviendo a salir de la región de Tiro, vino por Sidón al mar de
Galilea, pasando por la región de Decápolis.
7:32 Y le trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que le pusiera la mano
encima.
7:33 Y tomándole aparte de la gente, metió los dedos en las orejas de él, y
escupiendo, tocó su lengua;
7:34 y levantando los ojos al cielo, gimió, y le dijo:
Efata, es decir: Sé abierto.
7:35 Al momento fueron abiertos sus oídos, y se desató la ligadura de su
lengua, y hablaba bien.
7:36 Y les mandó que no lo dijesen a nadie; pero cuanto más les mandaba,
tanto más y más lo divulgaban.
7:37 Y en gran manera se maravillaban, diciendo: bien lo ha hecho todo; hace
a los sordos oír, y a los mudos hablar.
Capítulo 8
Alimentación de los cuatro mil
(Mt. 15. 32-39)
8:1 En aquellos días, como había una gran multitud, y no tenían qué comer, Jesús
llamó a sus discípulos, y les dijo:
8:2 Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres
días que están conmigo, y no tienen qué comer;
8:3 y si los enviare en ayunas a sus casas, se
desmayarán en el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos.
8:4 Sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien saciar de pan a
éstos aquí en el desierto?
8:5 El les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis?
Ellos dijeron: Siete.
8:6 Entonces mandó a la multitud que se recostase en tierra; y tomando los
siete panes, habiendo dado gracias, los partió, y dio a sus discípulos para que
los pusiesen delante; y los pusieron delante de la multitud.
8:7 Tenían también unos pocos pececillos; y los bendijo, y mandó que también
los pusiesen delante.
8:8 Y comieron, y se saciaron; y recogieron de los pedazos que habían
sobrado, siete canastas.
8:9 Eran los que comieron, como cuatro mil; y los despidió.
8:10 Y luego entrando en la barca con sus discípulos, vino a la región de
Dalmanuta.
La demanda de una señal
(Mt. 16. 1-4;
Lc. 12. 54-56)
8:11 Vinieron entonces los fariseos y comenzaron a discutir con él,
pidiéndole señal del cielo,
para tentarle.
8:12 Y gimiendo en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide
señal esta generación?
De cierto os digo que no se dará señal a esta generación.
8:13 Y dejándolos, volvió a entrar en la barca, y se fue a la otra ribera.
La levadura de los fariseos
(Mt. 16. 5-12)
8:14 Habían olvidado de traer pan, y no tenían sino un pan consigo en la
barca.
8:15 Y él les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la
levadura de los fariseos,
y de la levadura de Herodes.
8:16 Y discutían entre sí, diciendo: Es porque no trajimos pan.
8:17 Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Qué discutís,
porque no tenéis pan? ¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido
vuestro corazón?
8:18 ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís?

¿Y no recordáis?
8:19 Cuando partí los cinco panes entre cinco mil,
¿cuántas cestas llenas de los pedazos recogisteis?
Y ellos dijeron: Doce.
8:20 Y cuando los siete panes entre cuatro mil,
¿cuántas canastas llenas de los pedazos recogisteis?Y ellos dijeron:
Siete.
8:21 Y les dijo: ¿Cómo aún no entendéis?
Un ciego sanado en Betsaida
8:22 Vino luego a Betsaida; y le trajeron un ciego, y le rogaron que le
tocase.
8:23 Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y
escupiendo en sus ojos, le puso las manos encima, y le preguntó si veía algo.
8:24 El, mirando, dijo: Veo los hombres como árboles, pero los veo que
andan.
8:25 Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirase;
y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos.
8:26 Y lo envió a su casa, diciendo: No entres en la
aldea, ni lo digas a nadie en la aldea.
La confesión de Pedro
(Mt. 16. 13-20;
Lc. 9. 18-21)
8:27 Salieron Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y
en el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles:
¿Quién dicen los hombres que soy yo?
8:28 Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros,
alguno de los profetas.
8:29 Entonces él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís
que soy? Respondiendo Pedro, le dijo: Tú eres el Cristo.
8:30 Pero él les mandó que no dijesen esto de él a ninguno.
Jesús anuncia su muerte
(Mt. 16. 21-28;
Lc. 9. 22-27)
8:31 Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer
mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por
los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días.
8:32 Esto les decía claramente. Entonces Pedro le tomó aparte y comenzó a
reconvenirle.
8:33 Pero él, volviéndose y mirando a los discípulos, reprendió a Pedro,
diciendo: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! porque no
pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
8:34 Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo:
Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y
sígame.
8:35 Porque todo el que quiera salvar su vida, la
perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la
salvará.

8:36 Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo
el mundo, y perdiere su alma?
8:37 ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
8:38 Porque el que se avergonzare de mí y de mis
palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se
avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos
ángeles.